Autora: Leticia Martínez
En 2015, miles de mujeres salieron a las calles para visibilizar la situación de los femicidios en el país. Bajo la consigna Ni Una Menos, se propusieron mostrar y repudiar la violencia machista ejercida en su forma más cruel. Sin embargo, el reclamo habilitó otros. Un poderoso movimiento feminista comenzó a hacerse visible y emergieron nuevas y viejas críticas al patriarcado. Ni Una Menos fue el puntapié inicial para las discusiones feministas de este tiempo en el país, desde el debate sobre el aborto hasta el cuestionamiento a la disparidad salarial entre varones y mujeres.
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Daiana García salió de su casa en el barrio porteño de General Mitre para ir a una entrevista de trabajo en Palermo. Después del encuentro, se reuniría con su amiga Paula para cenar en un local de comidas rápidas. “Llego antes, voy en auto”, escribió por WhatsApp la joven de 19 años. Pero nunca arribó a la esquina de Avenida San Martín y Álvarez Jonte, donde era la cita.
La joven salió de su casa el viernes 13 de marzo de 2015, y al día siguiente hallaron el cuerpo de una mujer al costado de la ruta 4 en Lavallol. Estaba semidesnuda dentro de una bolsa de arpillera y su cuerpo llevaba tan solo una remera y zapatos con plataforma. Casi cinco días después, se confirmó que era Daiana.
El caso de la joven porteña, sumado a que el 16 de marzo de 2015 se cumplían 10 años de la desaparición de la estudiante Florencia Penacchi y al incremento en un 26% de los femicidios con respecto al 2014, generó que un grupo de mujeres organizaran una maratón de lectura que sería el puntapié del Ni Una Menos. Luego de esa primera aproximación, el movimiento de mujeres en contra de la violencia machista se consolidaría con la masiva marcha del 3 de junio, que plantó la semilla de una planta que floreció en toda la región para visualizar una realidad por la cual en la Argentina asesinan a una mujer cada 18 horas.
Primer paso
El 26 de marzo puede ser tomado como el primer paso firme del movimiento feminista para instalar en la agenda pública la situación de violencia de género en el país. Ese día se realizó una maratón de lecturas a cargo de escritoras, periodistas y artistas para rechazar la violencia ejercida hacia las mujeres. En el evento se sentaron las bases de un masivo movimiento que, progresivamente, cobró fuerza visibilizando las problemáticas que atraviesan las mujeres en la sociedad patriarcal.
“Tomamos la decisión de realizar esta maratón a raíz de la aparición sin vida de Daiana García, que vino a coronar una serie de ataques, asesinatos y violencia sufridas por las mujeres”, aseguraba la por entonces directora del Museo del Libro y de la Lengua de la Biblioteca Nacional Mariano Moreno, María Pía López, al iniciar la charla.
En el encuentro que se realizó en la Plaza Boris Spivacow, la entonces directora sostuvo que era necesario realizar un conjunto de acciones con vistas a una campaña mayor en contra de la violencia hacia las mujeres. “Creemos que los femicidios son la punta del iceberg de un conjunto de violencias socialmente instaladas, que tienen además un umbral de tolerancia muy alta en la Argentina”, agregó.
En el encuentro surgió el nombre de Ni Una Menos, en homenaje a la poetisa mexicana Susana Chávez, que escribió un verso llamado Ni una muerta más por los femicidios en Ciudad Juárez. Chávez fue asesinada por ser mujer en enero de 2011.
La marcha
Como sucedió con el caso de Daiana, entre otras tantas, el de Chiara Pérez, la joven de 14 años de Rufino, Santa Fe, que estaba embarazada y murió a raíz de los golpes que le propició su novio, enardeció los ánimos de las mujeres que ya venían trabajando por visualizar la violencia machista, y decidieron convocar a una marcha frente al Congreso.
Bajo la consigna Ni Una Menos, más de 300.000 mujeres se movilizaron en Buenos Aires y en al menos 80 ciudades más de todo el país para pedir el fin de la violencia contra las mujeres. De esa batalla nació un poderoso movimiento que consiguió lo impensado: que la Justicia dejase de hablar de crimenes pasionales y comenzase a llamar a las cosas por su nombre. Y el nombre es “femicidio”.
Otro de los reclamos fundamentales del movimiento Ni Una Menos fue el de contar con datos oficiales sobre los femicidios. En ese momento, se calculaba que se cometía en la Argentina un asesinato cada 30 horas. Actualmente, se estima que matan a una mujer cada 18. Desde 2015, la Corte Suprema de Justicia lleva adelante un relevamiento con la cantidad de homicidios por ser mujeres. A través del informe anual se puede conocer la edad promedio de las víctimas y su vínculo con el imputado.
Ni Una Menos fue la consigna con la cual, en 2015, miles de mujeres se organizaron para luchar contra los femicidios. Muy rápidamente, las demandas se multiplicaron y el movimiento comenzó a visibilizar las distintas formas de violencia que viven y sufren las mujeres.
Paro
El 19 de octubre se cumplieron dos años del primer paro nacional de mujeres que se llevó adelante en el marco del Ni Una Menos. La medida de fuerza establecía que ese día de 2016 las mujeres no asistieran a sus trabajos. Esta nueva medida de fuerza, que ya no consistía solo en una movilización, significó la ampliación de demandas de esas miles de mujeres organizadas.
Si bien la bandera con la cual surgió el Ni Una Menos se vinculaba directamente con la violencia hacia la mujer de la manera más brutal -es decir, con el femicidio-, no se trató del único señalamiento. El movimiento de mujeres comenzó a referirse a la “violencia instalada socialmente”, es decir, todas las manifestaciones que exceden y van más allá de la violencia física. En definitiva, se trata de la crítica de una violencia que abarca las distintas esferas de la vida.
En una sociedad patriarcal, la violencia contra las mujeres no se limita a aquella de características físicas. La violencia psicológica es una de las formas más soterradas en las que se manifiesta el machismo. Y tampoco es la única. En la escuela, en los medios de comunicación, y hasta en el trabajo –con situaciones que van desde la disparidad salarial entre varones y mujeres hasta el acoso laboral– se verifica un modelo violento que subalterniza a la mujer. Contra eso se levantaron tanto Ni Una Menos como las mujeres que suscribieron al paro.
El paro del 19 de octubre de 2016, se produjo, de hecho, luego de la represión que sufrieron las más de 100.000 mujeres que se habían reunido en Rosario para participar del 31 Encuentro Nacional de Mujeres. La represión en la ciudad santafesina y el femicidio de otra joven más, Lucía Pérez, quien además había sido violada, fueron dos de los motores que lo impulsaron.
Inspirado en el paro que habían realizado el 3 de octubre las mujeres en Polonia en rechazo a las reformas que restringían el derecho al aborto, desde el colectivo de Ni Una Menos pararon bajo esta consigna: “Decidimos parar porque frente a la represión y el femicidio de una adolescente nos decían que nuestros cuerpos no valen, entonces dijimos: produzcan sin nosotras”.
Demandas
Si bien el colectivo Ni Una Menos surgió para frenar la violencia machista que avanza sobre los cuerpos de cientos de mujeres, las demandas se ampliaron y comenzaron a cuestionarse otras variables que tienen al género como principal clivaje. Los cuestionamientos comenzaron a reproducirse. ¿Por qué las mujeres cobran menos que los hombres? ¿Por qué no ocupan cargos jerárquicos en la mayor parte de los trabajos? Fue solo el comienzo. Luego, comenzaron otras demandas. Quitar el IVA a productos como las toallitas para el sangrado menstrual o a los tampones, fueron algunas de las que más expresaron que la cuestión de género estaba aumentando su presencia en el debate público.
Sin lugar a dudas, la cantidad de demandas fue reproduciéndose desde lo macro hasta lo micro. Con el impulso del movimiento feminista, volvieron a ponerse en escena luchas que habían sido dejadas de lado por el poder. Entre ellas, la de la despenalización del aborto. En 2018, y por primera vez en la historia del país, un proyecto de Ley de Interrupción Voluntaria del embarazo (IVE) no solo logró tratarse en el recinto del Congreso, sino que fue aprobado en la Cámara de Diputados. Aunque fue rechazado en el Senado, el movimiento feminista logró poner el tema en agenda. El aborto dejó de ser un tema tabú y se discute en las mesas familiares, las escuelas y en el espacio público.
“Desde aquel momento en que batallamos la Ley estuvimos siempre en gran minoría en cuanto al debate. Hoy, no solo lo discutimos sino que hoy todas las mujeres salimos del closet”, sostuvo la diputada de Parlasur, Cecilia Merchán, quien fue una de las primeras legisladoras en presentar el Proyecto.
Pese a que la iniciativa legislativa no logró convertirse en Ley, Merchán sostiene que sí se logró “despenalizarlo socialmente” y que eso se dio gracias a la “insistencia, voluntad y tarea colectiva de miles y miles de mujeres que desde hace años trabajan por eso”.
El pañuelo verde –símbolo de la lucha por la despenalización del aborto- invadió las calles de todo el país. El movimiento fue tan imponente que hasta provocó una nueva discusión: la del cuestionamiento de la injerencia de la Iglesia en los asuntos personales y del Estado. En pleno debate por la despenalización por el aborto, los eclesiásticos tuvieron un rol central de presión, especialmente, sobre los senadores de algunas provincias más vinculadas a la religión.
Del debate por la despenalización también surgió la Campaña Nacional por la Separación de la Iglesia del Estado, representada con los pañuelos naranjas. Si bien ya existía otra movida con el mismo objetivo, el nuevo colectivo surgió con perspectiva de género y con la intención de que la institución religiosa quedase en el ámbito privado y no decida sobre los cuerpos de las mujeres.
“La Iglesia como institución se ha metido en todos los ámbitos y en las aristas sociales de nuestras vidas”, explica en diálogo con Nueva Revista Socialista la creadora de la campaña, Betina Barranco, y no solo hace referencia a la injerencia en la discusión por la IVE, sino también por su rol actual para impedir el acceso a la Educación Sexual Integral (ESI) en las escuelas.
Barranco recuerda que la Campaña por la Separación de la Iglesia del Estado surgió al calor del debate por la despenalización del aborto porque consideraba que “se hablaba de todo, menos de los dogmas religiosos metidos en nuestras vidas y de cómo la Iglesia toma decisiones en la salud pública”.
Brecha salarial
En un contexto de crisis como la que vive Argentina, la precaria situación laboral de gran parte de las mujeres toma mayor relevancia. Son ellas quienes se ven más afectadas por los indicadores económicos y sociales negativos. Tanto la suba de precios como el desempleo y el trabajo no registrado afectan más a las mujeres.
De acuerdo a un informe de Economía Femini(s)ta sobre los Datos de la Encuesta Permanente de Hogares del primer trimestre de este año, hay una brecha de un 28,2% entre lo que reciben los hombres y lo que reciben las mujeres, tanto en lo que respecta a sueldos por trabajo como jubilaciones, pensiones, subsidios y cuotas alimentarias, entre otros. En promedio los hombres reciben un monto de 19.631 pesos, mientras que las mujeres cobran 14.096.
Otro de los datos más alarmantes se vincula a la tasa de empleo. La diferencia entre varones y mujeres supera los 20 puntos. “Esto sucede porque existe una importante porción de las mujeres en edad laboral que dedican su tiempo a realizar tareas domésticas, hacia el interior de sus hogares, en lugar de tener una actividad en el mercado de trabajo”, explican en el informe, donde también resaltan que en los indicadores sobre el trabajo no registrado se replica la misma lógica: el 36,4% de las asalariadas mujeres se encuentran esas condiciones, mientras que en los varones el porcentaje es de 31,9%.
Sumado a que las mujeres tienen menos empleo y a que lideran los números del trabajo no registrado, también tienen mayores dificultades para acceder a los cargos jerárquicos. Del total de los hombres empleados, el 8,1% trabaja en las categorías más altas, mientras que solo el 4,7% de las mujeres acceden a esos mismos puestos.
La convocatoria de Ni Una Menos que, como dijimos, comenzó como una lucha contra los femicidios, también permitió visibilizar estos modos de violencia. Y no solo en Argentina.
Si bien el colectivo de Ni Una Menos surgió para frenar la violencia machista que avanza sobre los cuerpos de cientos de mujeres, las demandas se ampliaron y comenzaron a cuestionarse otras variables que tienen al género como principal clivaje. Los cuestionamientos comenzaron a reproducirse. ¿Por qué las mujeres cobran menos que los hombres? ¿Por qué no ocupan cargos jerárquicos en la mayor parte de los trabajos?
Región
El Ni Una Menos obtuvo tanta repercusión a nivel nacional que el reclamo para visualizar la violencia ejercida hacia la mujer se multiplicó por toda la región. Las mujeres de Uruguay, Chile, México y Perú, entre otros países, se alzaron para gritar “basta” frente a la violencia machista.
No es casual que haya sido tanta la repercusión en la región, ya que América Latina tiene los índices más perversos de femicidio en todo el mundo. De acuerdo a los datos de la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL), 14 de los 25 países con más altas tasas de femicidios se encuentran en Latinoamérica, donde hubo 2554 mujeres asesinadas durante el 2017. Lo que significa que cada 24 horas mueren 12 mujeres latinoamericanas y caribeñas.
Los países con mayor prevalencia de femicidios por cada 100 mil habitantes son El Salvador (10,2), Honduras (5.8), Belice (4.8), Trinidad y Tabago (3.0), Guatemala (2.6) y República Dominicana (2.2). En sudamérica, las mayores tasas se registran en Bolivia (2.0) y Paraguay (1.6).
El Ni Una Menos obtuvo tanta repercusión a nivel nacional, que el reclamo para visualizar la violencia ejercida hacia la mujer se multiplicó por toda la región. Las mujeres de Uruguay, Chile, México y Perú, entre otros países, se alzaron para gritar “basta” a la violencia machista.
Encuentro de Mujeres
Entre el 13 y el 15 de octubre se llevó a cabo en la ciudad chubutense de Trelew el 33° Encuentro Nacional de Mujeres (ENM). El mismo contó con 73 talleres y más de 160 actividades culturales, donde se debatió acerca de las diversas problemáticas que atraviesan las mujeres. Sin dudas, el principal tema fue la despenalización del aborto.
“Los talleres son el corazón de los Encuentros. En estos participamos todas. Son democráticos, horizontales y pluralistas. Rompen con lo que nos acostumbran a ver, donde algunos hablan y otros solo escuchamos en silencio. Los talleres son soberanos, lo que se discute pertenece solo a las mujeres que participan del mismo. Tienen como modalidad el consenso, para garantizar que todas podamos expresarnos. N o se vota”, explican las organizadoras del encuentro.
Trelew es la ciudad más pequeña que se haya elegido para realizar el ENM. Dado que la asistencia de las mujeres supera ampliamente la capacidad para albergarlas, las chicas se alojaron también en ciudades aledañas como Gaiman, Rawson o Playa Unión, entre otras. La elección de la capital de Chubit tuvo lugar mientras Santiago Maldonado, luego de participar de una protesta mapuche reprimida por Gendarmería en las cercanías de El Bolsón, aún permanecía desaparecido. Según las organizadoras, la provincia patagónica es un lugar “protagonista” en cuanto a los “pueblos originarios”.
El encuentro de este año se produjo en un marco complejo. Tras la devaluación del peso en más de un 100% y una suba de precios generalizada, el Instituto Nacional de las Mujeres, que se había comprometido a entregar 20 mil viandas, finalmente aseguraron que solo podrán garantizar la entrega de 10 mil.
El Encuentro Nacional es un evento sumamente importante para las feministas. La convocatoria surgió luego de que un grupo de mujeres participaran de la Clausura de la Década de la Mujer en 1985 en Kenia. Al llegar al país, las participantes inspiradas por lo que habían visto que sucedía con las mujeres en todo el mundo decidieron realizar un encuentro al siguiente año. Desde 1986 se realiza anualmente la convocatoria, que pasó de 1000 inscriptas a 65 mil en el 2015.
Desde la comisión organizadora explican qué significa el multitudinario Encuentro de Mujeres donde se deciden las medidas a tomar como colectivo feminista, el cual ha demostrado contar con un gran poder para cambiar la historia: “Cada año, al encontrarnos intercambiamos nuestras vidas, nuestras experiencias y convertimos problemas que parecen individuales en un problema de todas. Eso nos ayuda a encontrar los caminos para resolver nuestros sufrimientos. En el encuentro también expresamos nuestras luchas, la que damos en la fábrica, la casa, el barrio, el campo, la escuela, la facultad y la ciudad”.
Conclusión
Como hemos visto, el movimiento Ni Una Menos nació para luchar contra los femicidios en el país. Rápidamente, se proyectó como una fuerza poderosa que no solo visibilizó la violencia física contra las mujeres sino que, a la vez, abordó los otros tipos de violencia presentes en la sociedad patriarcal. Paulatinamente, el movimiento fue hermanándose con otras expresiones propias del feminismo. Las luchas por igual remuneración, el combate por una Ley de Interrupción Voluntaria del Embarazo y la búsqueda de horizontes de igualdad, fueron ganando terreno en la sociedad argentina.
Junto al Encuentro Nacional de Mujeres, Ni Una Menos habilitó una nueva sensibilidad con respecto al género. Expandió las fronteras de lo posible y consiguió la replicación en otros países del continente. Fue, quizás, el puntapié de la marea verde que hoy exige respeto, dignidad e igualdad. Sin lugar a dudas, su nacimiento forma parte de la “historia grande” del movimiento feminista. En los próximos años, su función seguirá siendo vital.
Sobre la autora: Leticia Martínez es periodista. Realizó estudios de posgrado en periodismo en la Universidad del Salvador y el Grupo Perfil. Ha colaborado en Diario Perfil, Diario Z, Bae, y La Vanguardia. Es redactora de política de El Intransigente.