Autor: Ricardo Martínez Mazzola
El Partido Socialista de la Argentina tiene una antigua tradición de debates. Los mismos se dieron, en ocasiones, a través de importantes revistas de corte político-intelectual como la Revista Socialista, nacida en el año 1930. Merece la pena repasar las discusiones sostenidas en aquella antigua publicación para esbozar una política teórica a futuro.
En este artículo me propongo reconstruir, con necesaria brevedad, una historia de las publicaciones “teóricas” del Partido Socialista (PS), una lista a la que la nueva Revista Socialista viene a engrosar. En primer lugar, y luego de destacar la importancia que el socialismo asignó a la prensa escrita, doy cuenta de los motivos que hicieron surgir publicaciones específicas orientadas a un debate doctrinario que cada vez encontraba menos espacio en el órgano oficial del PS, La Vanguardia. En segundo lugar presento las características principales de la primera revista teórica del PS, la Revista Socialista Internacional dirigida por Enrique del Valle Iberlucea, denominada luego “Humanidad Nueva”. En tercer lugar abordo dos órganos “híbridos” como lo fueron Acción Socialista y Anuario Socialista que combinaban la discusión doctrinaria con la disputa política interna, la primera, y con la organización de informaciones “útiles”, la segunda. En cuarto lugar me detengo en la que, sin dudas, ha sido la más importante de las publicaciones teóricas de la historia del PS, la Revista Socialista, publicada en los años 30 y 40 bajo la dirección de Rómulo Bogliolo. En quinto lugar, y luego de repasar algunas de las publicaciones que en los años que siguieron propusieron -ya dentro de las filas del PS, ya fuera de las mismas- la reanudación del debate acerca del socialismo, imagino algunos de los rasgos que debiera adoptar una publicación teórica socialista en el día de hoy.
I
El movimiento socialista siempre asignó gran importancia a la prensa escrita. Ello se relaciona con la adhesión a una mirada progresiva que pensaba que la transformación social sería precedida por el cambio de conciencia, cambio en el que los periódicos tendrían un papel decisivo. En la difusión de las ideas socialistas en la Argentina la prensa periódica también tuvo un papel fundamental.[1] Así ya en el período posterior a Caseros, se constituyeron a la vez las primeras sociedades mutualistas y los primeros diarios socialistas como El Proletario, publicado por la comunidad negra y mulata, o El Artesano, que profesaba una ideología socialista, reformista y republicana. Pero además en el caso del socialismo argentino, la prensa cumplió un segundo papel formativo, no sólo en el sentido pedagógico sino en uno organizacional, ya que fue La Vanguardia, periódico que empezó a publicarse en abril de 1894, quien desde el primer día se erigió en el centro promotor de la constitución de un partido socialista.
Durante sus primeros días, y en tanto ese partido no existía, La Vanguardia operó como cara visible y virtual conducción del movimiento socialista en el país. Una vez creado el PS, la palabra del periódico siguió conservando un lugar central, interviniendo como voz colectiva de los socialistas en el espacio público, pero también manteniendo su papel en la discusión doctrinaria y en la difusión del pensamiento socialista. Con el paso de los años esas funciones se mostraron difícilmente compatibles; el privilegio de lo informativo y de un lenguaje periodístico, en desmedro de lo doctrinario, que, como ha señalado Buonomme,[2] ya se había esbozado a comienzos de siglo, se acentuó a partir del triunfo electoral que en 1904 consagró a Alfredo Palacios como diputado nacional. La Vanguardia, que se convirtió en diario en 1905, prestaría gran cobertura a las acciones de su diputado -llegando a tener una sección permanente dedicada a reseñar los debates parlamentarios-, y a los sucesos políticos en general; dejando al debate doctrinario en un segundo plano.
II
El relativo abandono de la discusión teórica por parte de La Vanguardia abrió el espacio para una el surgimiento de una revista que tomaría a su cargo ese debate: la Revista Socialista Internacional[3] nacida en diciembre de 1908. Su director era el joven abogado de origen español e ideas marxistas, Enrique del Valle Iberlucea, y sus principales colaboradores, eran Armand Moreau, viejo exiliado de la comuna, y su hija Alicia.
En el momento de surgimiento de la revista, el PS asistía a su más importante debate intelectual, que había sido desatado por la intervención crítica del socialista italiano Enrico Ferri en el teatro Victoria y la consecuente respuesta de Justo. La discusión había cruzado las páginas de La Vanguardia en los meses de octubre y diciembre de 1908 pero el nacimiento de la Revista Socialista Internacional permitiría –al menos eso se esperaba desde las filas del PS- dotar al debate de un foro más apropiado. A las intervenciones de Justo y Ferri, ya publicadas en el periódico, y reproducidas en el primer número de la revista se sumaría el segundo un texto de Raymond Wilmart, cercano a las posiciones de Ferri, y la primera parte del texto “Industrialismo y socialismo en la Argentina”, largo análisis en el que Del Valle sostenía en base a la teoría marxista la posibilidad del socialismo en el país. En números siguientes se seguiría debatiendo éste tema a lo que se sumarían cuestiones como la pena de muerte, la cuestión sindical, las tendencias en la educación o el sentido del Primero de Mayo. A mediados de 1909 las páginas de la Revista Socialista Internacional darían lugar a un importante debate que cruzaba las filas partidarias, y que nuevamente había comenzado en las páginas de LV, la cuestión del patriotismo sobre la cual la revista plantearía una encuesta a los socialistas.
Las socialista le asignaron gran importancia a la prensa escrita. Creían que la transformación social sería precedida por el cambio de conciencia, cambio en el que los periódicos tendrían un papel decisivo.
A comienzos de 1910 se produjo un súbito cambio: la revista pasó a llamarse Humanidad Nueva, y el viejo subtítulo marxista fue reemplazado por la explicación “publicación racionalista de sociología, arte, educación, socialismo e información del movimiento obrero internacional”, a lo que una nota editorial agregaba la declaración de inspirarse “en un idealismo humanitario, de verdad y de justicia, de política democrática y de igualdad civil y económica”. Progresivamente, los debates doctrinarios y las notas de teoría marxista se fueron haciendo menos frecuentes para ser reemplazadas por discusiones sobre la educación racional y por homenajes a prohombres de un menos definido espíritu socialista como Tolstoi o Jaurés, cuando no a figuras del liberalismo democrático como Alberdi, Sarmiento, Adolfo Posada o José Battlle y Ordoñez. Una nueva encuesta, del año 1912, ya no refería a la táctica socialista sino a las posibilidades de la extensión universitaria. Del Valle Iberlucea, antes omnipresente en la revista, casi no escribía y compartía sus funciones de dirección con un comité en el que se encontraban Alicia Moreau, Antonio Zaccagnini, Julio Bertrand y Fernando de Andreis. Finalmente, al ser electo senador nacional en marzo de 1913, del Valle Iberlucea abandonaría la dirección de Humanidad Nueva -ahora órgano de un Ateneo Popular al que se habían incorporado figuras del “liberalismo reformista” como Agustín Alvarez o Joaquín V. González-, la que pasaría a manos de Alicia Moreau que la dirigiría hasta el último número publicado en 1918.
III
Después de la Revista Socialista Internacional-Humanidad Nueva, el PS no tendría una revista teórica por muchos años. Hacia mediados de los 20 desde las filas partidarias comenzó a publicarse Acción Socialista. El subtítulo “Crítica, ideas y hechos sociales”, la periodicidad quincenal y la presencia de notas largas, algunas en clave doctrinaria, acercaban a la publicación a las revistas teóricas. Sin embargo, en sus páginas predominaban las notas de coyuntura, principalmente dedicadas a cuestiones internas de la vida del PS. En realidad se trataba de una publicación que se enmarcaba muy directamente en la disputa interna que en esos días enfrentaba a la vieja guardia del Partido y el grupo emergente liderado por Antonio De Tomaso que, en 1927, se escindiría para crear el Partido Socialista Independiente. La dirigía Nicolás Repetto, quien tomaba la voz cantante en el conflicto, en tanto Juan B. Justo adoptaba un perfil más bajo, junto a Esteban Jiménez. Concluido el conflicto con la expulsión de De Tomaso y un importante núcleo de dirigentes y militantes que crean el Partido Socialista Independiente, “Acción Socialista” siguió publicándose un año más, apareciendo su último número en enero de 1929.
Para ese momento, el PS contaba con otra publicación oficial, de circulación regular, que hacía públicas intervenciones teóricas: el Anuario Socialista, editado por la Comisión de Prensa del PS y dirigido por Juan Antonio Solari. El correspondiente a 1928 es el primer número y seguirá publicándose regularmente, con la sola excepción de los años 1945 y 1950, hasta 1951. Como su nombre lo indica se trataba de una publicación que aparecía una vez al año y que incluía las secciones propias de este tipo de publicaciones: síntesis de lo sucedido el año anterior, ilustrada con profusión de datos estadísticos; efemérides, centradas en la historia del movimiento socialista internacional; calendario para planificar las actividades del año que se iniciaba, con especial énfasis en las actividades productivas como agricultura o avicultura. Pero esas secciones iban acompañadas de un importante número de notas “de fondo” en las que se comentaban las posiciones del movimiento socialista internacional, se debatía sobre la posición a adoptar en el movimiento gremial, se describían los rasgos de “la nueva economía”. Es destacable la importancia que el Anuario Socialista daba al arte: junto a reproducciones de artistas, principalmente referenciados en el arte social como Ernesto De la Cárcova o Guillermo Facio Hébequer, eran numerosos los artículos que se ocupan de la música, incluyendo partituras y comentarios sobre la obra de importantes artistas. Era particularmente destacado el lugar que se daba a la literatura, no solo a través de la inclusión de poemas y pequeños fragmentos, sino también de textos de crítica literaria. Debe subrayarse que, aún en la presentación de una sección característica del formato “anuario” como lo era la publicación de series estadísticas, el órgano socialista buscaba dejar una marca política. Así, al presentar datos sobre religión en el mundo, se subrayaba que los católicos eran una minoría de la población mundial y también que eran minoría los países que no admitían el divorcio; o, al dar cuenta de lo producido por el juego en la Ciudad de Buenos Aires, se lo encabezaba con el título “La vergüenza de la ciudad”. Incluso la crítica política podía alcanzar al desarrollo de las propias fuerzas socialistas, tal el caso de un cuadro que contrastaba los altos porcentajes de la población que se proveía en las cooperativas de consumo europeas, con el escaso 1% que lo hacía en las argentinas.
IV
Sin dudas la publicación teórica más importante de la historia del PS argentino es la Revista Socialista. Dirigida por Rómulo Bogliolo, uno de los principales referentes del PS en temas económicos, el primer número de la publicación vio la calle en julio de 1930. Se trataba de un momento difícil para un PS que venía de sufrir duros golpes: la ruptura de los socialistas independientes en agosto de 1927, que los había privado de buena parte de sus cuadros dirigentes y un sector importante de la militancia en la Ciudad de Buenos Aires; la muerte de Juan B. Justo, fundador y principal líder del partido, en enero de 1928; la derrota electoral en las elecciones nacionales de abril de 1928, en las que por primera vez desde la sanción de la Ley Sáenz Peña el PS no había obtenido ninguna banca parlamentaria. Pero las dificultades no se limitaban a las filas socialistas sino que afectaban a un país que empezaba a sufrir el impacto de la crisis económica iniciada en octubre del ’29, un impacto que alcanzaría a la escena política al debilitar a un gobierno cuya legitimidad ya venía siendo cuestionada por buena parte de una dirigencia opositora que en septiembre de 1930 tomaría parte activa en el golpe de estado que derrocaría a Yrigoyen.
La Revista Socialista, que vio la luz en momentos en que las viejas certezas estaban siendo cuestionadas, abrió un espacio para dilucidar los nuevos cursos que debe seguir el socialismo en la Argentina. En general, los investigadores que se han acercado a la Revista Socialista, como Juan Carlos Portantiero[4] o María Cristina Tortti[5], han destacado la renovación que propuso en la mirada socialista sobre la economía, cuestionando el viejo librecambismo y proponiendo la adopción de políticas de planificación como las impulsadas por los socialistas belgas. Sin embargo, debe subrayarse que la agenda de debates que abrió la revista era mucho más amplia. En sus páginas podemos encontrar artículos que trataban del impacto de la crisis económica en la situación agraria y otros que daban cuenta los conflictos en el Pen Club, intervenciones que discutían las consecuencias que las fluctuaciones monetarias tenían sobre la tasa de ocupación y otras que explicaban el vínculo entre “Eros y psiquis”. La revista recogía intervenciones de importantes dirigentes del movimiento socialista internacional –tomando en cuenta solo el tomo I encontramos a Luis Araquistain, Emilio Frugoni, Karl Kautsky, Jean Longuet y Carl Renner-, pero también de figuras de la izquierda argentina que no revistaban en las filas del PS, es el caso de Manuel Ugarte, quién había sido expulsado del Partido en 1913, o Aníbal Ponce. Es de destacar que junto a los artículos cada número incluía una serie de secciones fijas. Algunas de ellas como “Vida municipal”, “Movimiento obrero y cooperativo”, “Informaciones nacionales”, “Notas internacionales”, eran principalmente informativas, e incluían noticias que los editores consideran deben interesar al lector socialista. Otras, como “Libros y autores” o “Ideas y comentarios,” buscaban tomar posición, ya sea a través de la reseña de alguna obra o de una columna de opinión, en un debate de ideas en el que se propone incluir al PS.
La revista Socialista vio la luz en momentos en que las viejas certezas eran cuestionadas y abrió un espacio para dilucidar los nuevos cursos que debía seguir el socialismo en la Argentina.
La Revista Socialista siguió apareciendo, con una periodicidad mensual durante toda la década de 1930. En febrero de 1941, el número 128-129 anunciaba una suspensión explicada “por las contingencias del aumento del precio del papel”. Aunque se preveía de corta duración, la Revista Socialista solo volvió a publicarse en octubre de 1946. La Argentina era otra, gobernada por el General Perón, y también era otro y más débil el PS. La revista conservaba la ambición teórica de los viejos tiempos, publicando artículos de importantes intelectuales del movimiento socialista argentino e internacional y también la voluntad de estar al día que se expresaba en las secciones “Gremialismo”, “Informaciones” “Notas internacionales”, “Crítica general” e “Ideas y comentarios”. Pero a ello agregaba una mayor atención a la coyuntura plasmada en las en editoriales y columnas que se publicaban en las páginas centrales de la revista y en las que se cuestionaban las medidas que el peronismo presentaba como “socialización”, se discutía con aquellas miradas “espontaneístas” que postulaban que el pueblo no necesitaba del aporte de los intelectuales, y se ironizaba acerca de los comunistas quienes luego de llamar a acordar con “los reaccionarios y conservadores” para impedir el triunfo del peronismo, habían pasado a pedir el apoyo a éste movimiento para “aislar y batir a los elementos reaccionarios y fascistas”. En este nuevo ciclo de Revista Socialista –que fue corto, ya que el número 144 publicado en diciembre de 1947 fue el último- la discusión teórica se subordinó cada vez más al imperativo político de la hora: el enfrentamiento con el peronismo.
V
Aunque en los años que siguieron a la desaparición de Revista Socialista el PS intento publicar nuevas revistas teóricas -entre las que cabe mencionar Índice, publicada hacia fines de los 40 y comienzos de los 50 por la Comisión de Cultura del PS, y en la que primaba la prédica anticomunista-, estas tuvieron corta duración y escasa repercusión. Luego de la ruptura del partido en 1958, nuevas revistas, como Situación y Sagitario, publicadas por los sectores juveniles del Partido Socialista Argentino emprendieron el debate acerca de las tareas del socialismo después del peronismo. Sin embargo, esas publicaciones no lograron sobrevivir a un espacio socialista en disgregación. En esa situación no debe sorprender que, ya en los años ’80, la reactivación del debate teórico socialista proviniera de revistas como Punto de Vista y La Ciudad Futura, desligadas de la identificación partidaria y ligadas a núcleos intelectuales que, proviniendo de la “nueva izquierda” de los ’60, apostaban por la construcción de una fuerza de izquierda democrática que recuperara al menos parte del legado del viejo PS.[6]
La Ciudad Futura y Punto de Vista dejaron de publicarse en la década del 2000. Fue en esos años que, finalmente y luego de un largo y espinoso camino, el Partido Socialista Popular y el Partido Socialista Democrático se reunieron para refundar el Partido Socialista. Como parte del rescate de una tradición más que centenaria, el nuevo partido tomó a su cargo la publicación de La Vanguardia, un periódico que, como en los viejos días, combina la información sobre la vida del partido con columnas de opinión y con artículos dedicados a interrogarse por los problemas y desafíos que afronta hoy el socialismo tanto en la Argentina como en el mundo. Sin embargo, y tal como sucediera a comienzos del siglo XX, se hace visible que esta línea de interrogación necesita de un espacio específico, con una lógica y ritmos distintos de los que rigen al órgano oficial del partido.
Ese espacio de indagación es lo que puede aportar una nueva Revista Socialista. Un espacio en el que preguntarse por las complejidades de una escena política que parece abrir un nuevo ciclo, en el que el PS deberá trabajosamente construir su lugar, y relacionarlas con las transformaciones más profundas que experimenta la sociedad argentina. Evitando el riesgo de provincianismo, la revista debe imitar a su antecesora en la obsesiva atención prestada a las transformaciones del movimiento socialista internacional; a la vez que, dado el descentramiento de la escena internacional producido desde entonces, atender con mayor atención que aquélla a lo que sucede en regiones del mundo en las que dicho movimiento es un actor secundario o aun inexistente. Debe atender a las luchas de distintos sectores sociales, y en particular a las de la clase obrera que fue el interlocutor privilegiado de sus orígenes, pero sin desoír a los colectivos que no pueden ser identificados en términos de clase. Por otra parte, la revista no puede limitarse simplemente registrar los temas en debate para acercarlos a los socialistas sino que también, y con igual atención, debe participar de la renovación del lenguaje político y teórico en el que formular los nuevos temas por venir. Para ello debe mostrarse atenta a los debates de las ciencias sociales, y aun de las naturales, de la literatura y los medios de comunicación, de la historia y la filosofía.
Podrá decirse que el programa delineado es ambicioso, ningún otro parece hallarse a la altura de las ambiciones del socialismo.
Sobre el autor: Ricardo Martínez Mazzola es doctor en Historia por la Universidad de Buenos Aires (UBA), investigador del Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (Conicet) de Argentina, docente e integrante del Centro de Historia Intelectual de la Universidad Nacional de Quilmes (UNQ). Su área de investigación es la historia del socialismo en Argentina
[1] Sobre la importancia de la prensa escrita para el movimiento socialista, véase Juan Buonome, “Cultura impresa y socialismo. Lecturas sobre la historia de la prensa socialista en tiempos de la Segunda Internacional”, en Políticas de la Memoria, N.° 14, 2013, pp. 139-149.
[2] Sobre las distintas funciones que cumplía La Vanguardia y también sobre las transformaciones que ese periódico experimenta a comienzos de siglo XX, véase “La Vanguardia, 1894-1905. Cultura impresa, periodismo y cultura socialista en la Argentina, 1894-1905, presentada por Juan Buonomme para optar por el título de la Maestría en Investigación Histórica de la Universidad de San Andrés, 2014.
[3] El subtítulo hacía más explícito ese carácter teórico: “Publicación mensual de exposición del socialismo científico, crítica social e información del movimiento obrero de ambos mundos”
[4] Juan Carlos Portantiero “Imágenes de la crisis: el socialismo argentino en la década de 1930.” Prismas: revista de historia intelectual 6, 2002, págs. 231-242; y Juan Carlos Portantiero, “El debate en la socialdemocracia europea y el Partido Socialista en la década de 1930” en Hernán Camarero y Carlos Herrera (eds.) El partido socialista en Argentina. Sociedad, política e ideas a través de un siglo, Bs. As, Prometeo, 2005.
[5]María Cristina Tortti, “Crisis, capitalismo organizado y socialismo.” en Waldo Ansaldi, Alfredo Pucciarelli y José Villarruel (comps.) Representaciones inconclusas. Las clases, los actores y los discursos de la memoria 1912-1946, 1995, págs. 199-222.
[6]Sobre el papel de los intelectuales en la construcción de una “nueva izquierda democrática” en los años ’80, y en particular sobre La Ciudad Futura, véase Ricardo Martínez Mazzola“Una revista para la “izquierda democrática”. La Ciudad Futura (1986-1989)”, en Leticia Prislei (dir.) Polémicas intelectuales, debates políticos. Revistas culturales en el siglo XX, Editorial de la Facultad de Filosofía y Letras, Universidad de Buenos Aires. págs. 399-436.