Autor: André Freire
El desarrollo de la alianza política entre el Partido Socialista, el Partido Comunista y el Bloco de Esquerda, ha permitido que Portugal reduzca las desigualdades económicas y políticas. Se trata de un proceso inédito, que rompe con la tradicional división de las fuerzas de izquierda y que apunta a la construcción de un Portugal más integrado y justo. Este desarrollo puede contribuir a forjar una Europa más social.
Comencemos por la definición de conceptos. Según documentamos ampliamente en otros lugares, las soluciones gubernamentales del tipo de un gobierno con acuerdo entre partidos de izquierda, gobierno de izquierdas, o de izquierda plural –tales los distintos modos en que suele llamárselo–, se volvieron relativamente usuales en la Europa occidental tras la caída del Muro de Berlín en 1989 y el colapso de la Unión Soviética (URSS) en 1991. En Portugal, sin embargo, dicha solución solo se materializó a nivel nacional tras las elecciones de octubre de 2015, más precisamente a partir del 26 de noviembre de ese año –día en que asumió el XXI Gobierno Constitucional–, es decir que ocurrió unos veintiséis años después de la caída del Muro. Entre paréntesis, hay que decir que la solución encontrada en Portugal respecto de este tipo de gobierno al que nos referimos se caracteriza por ser un bloque compuesto por una primera minoría socialista (Partido Socialista) apoyada en el Parlamento por los partidos de la llamada izquierda radical –Bloco de Esquerda (BE), Partido Comunista Português (PCP) y Partido Ecologista “Os Verdes” (PEV)–, siendo esta una de las varias soluciones que puede presentar este tipo de gobierno. Otra solución es la del gobierno de coalición en sentido estricto, esto es, un bloque en el que todos o casi todos los grupos que integran la alianza gubernamental se reparten roles centrales, como los de ministros. Y existe un tercer tipo de gobierno (de coalición o minoritario con apoyo parlamentario fijo, por lo menos en asuntos clave para la supervivencia del gabinete) en el cual, sin que estemos estrictamente ante un gobierno de izquierda plural, bien pueden incluirse en su seno los distintos grupos y posiciones de izquierda (también los más radicales): es lo que en las ciencias políticas denominamos “gobiernos arco iris”, con miembros de izquierda y/o centroizquierda y de derecha y/o centroderecha. Un ejemplo de esto último es el gobierno de Syriza, partido que derivó de una coalición entre izquierda y ecologistas llamada Synaspismos (la cual a su vez había surgido de una primera alianza de partidos de izquierda radical, destacándose entre ellos los eurocomunistas del KKE Interior) y que se impuso en las elecciones griegas en enero de 2015. Syriza incluía a los Griegos Independientes de ANEL, un partido conservador de derecha, aunque no del tipo de los conservadores que hacen eje en la austeridad. Cerrando ya el paréntesis sobre el concepto y los tipos de gobiernos de izquierda(s) o arco iris, que serán el foco central de este pasaje del artículo, se nos plantean ya algunas cuestiones prioritarias para el caso de Portugal: ¿por qué en nuestro país, a diferencia de tantos otros en Europa occidental, esta solución llegó tan tarde?,
¿cuáles fueron las causas de esa demora?, ¿qué factores explican la conformación de esa solución gubernamental a finales de 2015?, y, finalmente, ¿qué consecuencias tendrá para el funcionamiento de los sistemas políticos democráticos la inclusión de la izquierda radical en el ámbito de gobierno, ya sea en Portugal en particular o en Europa en general, y sobre todo en materia de reducción de las desigualdades socioeconómicas y políticas? Estas son las cuatro preguntas fundamentales a las que aquí se intentará dar respuesta, recapitulando y actualizando para ellos distintas investigaciones realizadas y dadas a conocer en otros momentos y lugares.
La inclusión de la izquierda radical en la esfera gubernamental puede aportar una importante fuerza de presión en vistas a una Europa más social y más democrática, que proteja más a las minorías territoriales (es decir, a los pequeños Estados), sobre todo si esa inclusión se contagia a otros países.
En términos generales, las respuestas a estas preguntas difieren ya sea que estemos haciendo referencia a un período anterior o posterior al del final de la Guerra Fría (1989-1991). Para el período anterior, las situaciones de ausencia de entendimiento entre distintos partidos son más usuales y hasta fáciles de explicar, y forman el rasgo dominante en la Europa occidental de entonces. Solo Finlandia, Islandia y Francia contaban con soluciones del tipo de una coalición de izquierda o de un gobierno arco iris. Para el caso portugués se daban cinco razones que explicaban su situación particular. Una de ellas tenía que ver con la deriva revolucionaria del PCP en la transición a la democracia, sobre todo durante el llamado “verano caliente”, y con su intento de tomar el poder por la vía extra-electoral, el cual generó una enorme desconfianza de parte del PS. Otra razón respondía a los distintos modelos de democracia defendidos por los socialistas (modelo liberal-democrático representativo, al estilo europeo y occidental) y por los comunistas (modelo de las democracias populares soviéticas). Una tercera razón pasaba por el fuerte alineamiento geopolítico del PCP respecto de la URSS, lo que lo apartaba bastante del eurocomunismo típico de los partidos comunistas de España, Francia e Italia. El maximalismo en las exigencias del PCP de cara a cualquier acuerdo gubernamental era otro de los factores que dificultaban el entendimiento de los partidos de izquierda. Y, por último, el relativo peso del PCP, que era mucho más fuerte entonces a nivel parlamentario (entre 14 y 18 % de las bancas) que en el período posterior a 1991 (entre 8 y 12 %), y que contaba con una sólida presencia en el poder autárquico y una poderosa organización partidaria y sindical asociada.
Todo esto llevó a que, en aquel período, fuera ante todo el PS –y en especial su secretario general de entonces, Mário Soares– quien se rehusara a trabar una alianza con la izquierda radical (léase PCP/APU/CDU), y no al contrario. El desenlace de esos desentendimientos –analizado en la segunda parte de nuestros libros anteriores – fue el rechazo de Soares, ya en su rol de presidente de la República (1986-1996), a la propuesta planteada por la dirección del PS en sintonía con el Partido Renovador Democrático (PRD) y el PCP, en vistas a la formación de una alianza PS/PRD con apoyo parlamentario del PCP. Esto ocurrió después de la moción de censura presentada por el PRD en contra del Partido Social Demócrata (PSD), que puso en aprietos al gobierno minoritario a comienzos de 1987. En esa ocasión, Soares respondió convocando a elecciones legislativas anticipadas, las cuales redundaron en la primera victoria del PSD con mayoría absoluta (la segunda vendría cuatro años después, en 1991).
En el período posterior al final de la Guerra Fría, la falta de entendimiento entre los partidos de izquierda portugueses es más difícil de explicar, en especial por la relación del PS con el BE, ya que la relativa ortodoxia en que se mantuvo el PCP –pese a los cambios significativos en la orientación política de los comunistas portugueses después de 1989– lo posicionaba, al menos en teoría, como un espacio menos propenso a alianzas con el PS, ello en comparación con el BE. Este último era justamente un hijo de la nueva era post Guerra Fría, con sus críticas al totalitarismo soviético (y chino) y caracterizado por cierto aggiornamento ideológico y organizativo. En un libro reciente, propusimos seis factores principales que explican esa falta de acuerdo entre los partidos de izquierda tras el final de la Guerra Fría. El primer factor hace a las diferentes orientaciones de cara a las políticas públicas, con un PS bastante centrista en términos de la dimensión izquierda-derecha (esto es, en la prioridad relativa dada a la igualdad de oportunidades y condiciones de vida y al rol atribuido al Estado para la consecución de tales propósitos) y una izquierda radical posicionada mucho más a izquierda en ese sentido. Y con un PS más de centro que el BE, aunque no necesariamente que el PCP, en cuanto a las políticas vinculadas con el llamado liberalismo cultural. Un PS, asimismo, bastante más europeísta que el BE y que el PCP. De cualquier modo, esta explicación se relativiza en el libro en función de dos motivos esenciales: por un lado, que en otros países se daban similares desacuerdos de posturas pero no impidieron la formación de alianzas entre socialistas/socialdemócratas y grupos de izquierda radicales; por el otro, que incluso las significativas distancias en la arena del liberalismo cultural (los llamados “temas de fractura”) no impidieron alianzas del PS con el BE (y en ocasiones también con el PCP-PEV/CDU). Otra de las razones se liga a la división del sindicalismo portugués en dos grandes centrales, una más próxima a la izquierda radical (la CGTP-IN) y la otra, la UGT, suerte de “bloque central” socialista/social-demócrata más cercano al centro (PS y PSD) y determinante, en el terreno sindical, del hecho de que, a diferencia de muchos otros países, el sindicalismo portugués no haya significado un gran estímulo para la formación de gobiernos de izquierda. Una tercera razón tiene que ver con la reducida experiencia de gobiernos de izquierda a nivel local (algo prácticamente limitado a Lisboa entre 1989-2001 y desde 2007 al presente, y a Funchal desde 2013 a la fecha), lo que redunda sin duda en un vacío de estímulos para que similares experiencias se trasladen a nivel nacional. En este punto, el cuadro también difiere mucho de lo ocurrido en otros países europeos, en donde se dio una notable propagación de experiencias de izquierda desde el poder local o regional al nacional.
Figura 1 – Posición de los partidos portugueses en la escala izquierda-derecha (siendo 1 izquierda y 10 derecha) de acuerdo con la percepción de los electores sobre el posicionamiento ideológico de los partidos (basado en consultas representativas a los ciudadanos).
Fuentes: Consultas representativas a los distintos sectores de la población portuguesa, efectuadas entre 1978 y 2015, permiten extraer los posicionamientos promedio de cada partido en cada año en base a las respuestas aportadas. Las referencias completas a dichos sondeos se encuentran en Freire, 2017.
Un factor que durante años contribuyó a la falta de entendimiento en la izquierda fue el temor, infundado o no, entre los partidos radicales a ver diluida su identidad en una eventual alianza con los socialistas.
Un cuarto factor que contribuyó a la falta de entendimiento entre los distintos partidos de izquierda fue el temor, infundado o no, entre los partidos radicales a ver diluida su identidad en una eventual alianza con los socialistas, y junto con ello el miedo a que se erosionara su base electoral. Otra razón fue el flojo papel desempeñado y la débil voluntad efectiva de los líderes del PS, el BE y el PCP-PEV (Coligação Democrática Unitária, CDU) en cuanto a promover acercamientos aceptando las necesarias concesiones de cada parte. Hay una diferencia en este sentido respecto de los tiempos anteriores, durante la Guerra Fría, en que la falta de voluntad para acercar posiciones habría sido mayor por parte de la izquierda radical que de los socialistas. Por último, cuentan también la naturaleza y características del sistema político-electoral y constitucional, con sus limitados incentivos a la cooperación entre los distintos partidos, favoreciendo en cambio la formación de gobiernos minoritarios.
Cuadro 18.1 — Actitud de los portugueses según encuestas realizadas en mayo-junio de 2016 en base a la siguiente pregunta: “Tal como ocurre con los partidos de derecha en Portugal, ¿los partidos de izquierda (PS, BE y PCP/PEV) hicieron bien en ponerse de acuerdo para dar viabilidad al actual gobierno?”. Respuestas expresadas en porcentajes.
Simpatía partidaria | |||||||
BE | PCP-PEV | PS | PSD | CDS-PP | Sin simpatía partidaria | Totales | |
Rechazo total (de los acuerdos) | 1,4 | 1,7 | 0,8 | 33,1 | 35,5 | 8,6 | 11,6 |
Rechazo | 5,0 | 5,0 | 3,9 | 24,9 | 23,6 | 12,8 | 12,5 |
Ni aprobación ni rechazo | 10,9 | 17,6 | 11,1 | 23,0 | 19,1 | 34,1 | 26,6 |
Aprobación | 37,3 | 34,5 | 49,4 | 16,5 | 20,0 | 33,0 | 32,4 |
Aprobación total | 45,5 | 41,2 | 34,9 | 2,4 | 1,8 | 11,5 | 17,0 |
N.º (100%) | 220 | 119 | 387 | 417 | 110 | 1362 | 2897 |
Fuente: datos recabados por el autor a partir de A. Freire, M. Lisi, y E. Tsatsanis (2016), citados en Freire, 2017.
¿Y cuáles son las principales razones que este libro presenta para que el gobierno de alianzas de izquierda recién haya llegado a Portugal a fines de 2015? Fundamentalmente, podemos enumerar diez razones. La primera de ellas se liga con las políticas de austeridad en días de la tercera intervención externa en Portugal entre 2011 y 2014, políticas bastante asimétricas (esto es, afectando más al trabajo que al capital) y establecidas incluso mucho más allá del mandato político que la derecha obtuvo en 2011 y más allá del programa inicial de la troika. En segundo lugar, se hizo evidente un fuerte viraje a la derecha por parte del PSD, asumiendo posiciones aún más conservadoras que el Partido Popular (CDS-PP), y haciendo que las posibilidades de diálogo entre el PS y la derecha se tornaran más difíciles. Otra de las razones tuvo que ver con las preferencias populares de los votantes de distintos partidos de izquierda, que en los últimos años ya venían siendo cada vez más favorables a un entendimiento entre partidos, cosa que se hizo más notoria en el contexto de la crisis (ver cuadro 18.1; para datos similares entre 2009 y 2016, ver Freire, 2017).
Otro motivo nos habla de la percepción –compartida por muchos dirigentes socialistas, entre ellos el actual líder– de un riesgo de pasokización del PS en el caso de que este optase por una alianza con la derecha. El nuevo liderazgo del PS, encabezado por António Costa, quien durante su presidencia de la Cámara Municipal de Lisboa (2007-2015) ya había gobernado en alianza con fuerzas de la constelación de la izquierda radical, significó un fuerte estímulo para el entendimiento al interior de la izquierda; un efecto similar se habría producido del lado del BE, que, durante un célebre debate televisivo entre António Costa (PS) y Catarina Martins (BE) en septiembre de 2015, lanzó un plan de ideas no maximalista, pragmático y realista, para un entendimiento con el PS, creando una dinámica favorable a los acuerdos a la que se sumó también, después de las elecciones, el PCP-PEV.
Otra de las razones tuvo que ver con la situación política e institucional creada: un PS sin mayoría relativa (frente a una coalición de derecha que ya existía antes de las elecciones, Portugal à Frente, integrada por el PSD y el CDS-PP) y una mayoría absoluta de representantes de izquierda en el Parlamento, que acabó desplazando a la derecha y trasladando el peso de las decisiones a manos de socialistas y partidos de izquierda radical. Otro factor se vinculó con la encrucijada en la que se encontraba el líder del PS (y toda la dirección política del partido, que lo acompañaba) para su supervivencia: o avanzaba hacia una solución de gobierno de izquierdas –para la cual Costa sería el dirigente del PS con mejor perfil– o se salía dando lugar a otro tipo de bloque, más “de centro”, en alianza con la derecha o la centroderecha. Las limitaciones del poder presidencial a finales de su mandato, imposibilitado de disolver el Parlamento antes del término de su ejercicio presidencial, contribuyeron también al entendimiento con distintos partidos de izquierda.
Adicionalmente, en la campaña electoral de 2015 compitió un nuevo partido “rojo y verde”, el Livre, el cual entabló una alianza de izquierda con sectores disidentes del BE de la corriente Fórum-Manifesto (que habían salido del BE justamente por la escasa predisposición de la dirección del partido a un acuerdo con socialistas y comunistas). Livre, y la nueva alianza electoral de 2015 que fue Livre-Tempo de Avançar, estaban canalizando ese vacío, haciendo un fuerte énfasis en la necesidad de acuerdos entre todos los partidos de izquierda en Portugal (Livre, 2013; Livre-Tempo de Avançar, 2015). La irrupción de este nuevo partido y su alianza en vistas a las elecciones de 2015 instaló el tema del entendimiento necesario y ejerció presión sobre otros sectores de izquierda, especialmente sobre el BE. Tal es el noveno factor explicativo considerado. Por último, se verificó un cambio generacional en la dirección del PS, que se consustanció en la llegada de nuevos dirigentes que ya no se sentían marcados por el trauma de la transición democrática y estaban dispuestos a superar, en palabras y en actos, la división histórica entre los grupos de izquierda portugueses.
Finalmente, ¿qué consecuencias tuvo y podría tener en el funcionamiento de los sistemas políticos democráticos la inclusión de la izquierda radical en el ámbito gubernamental? La primera de ellas es que el sistema político es hoy más inclusivo e integrador, por ende más democrático, ya que entre un 10 % y un 18 % del electorado que se había encontrado hasta fines de 2015 permanentemente sin representación en la esfera de gobierno (aunque sí presente en el terreno parlamentario) pasó ahora a participar de las decisiones en este otro ámbito. Por lo tanto, se da aquí una clarísima reducción de las desigualdades políticas entre izquierda y derecha y entre centroizquierda e izquierda radical.
En segundo lugar, esto representa una significativa innovación política por medio de una solución que, durante casi cuarenta años de democracia, en Portugal nunca se había ensayado. Tal solución puso a los dirigentes de los partidos de izquierda en una sintonía más fina con sus votantes, y ese es un elemento que, si logra perdurar en el tiempo, habrá de ser altamente positivo en términos de calidad de representación política, la cual depende precisamente de un mayor ajuste entre las preferencias de los representantes y las preferencias de los representados. También en esto encontramos una reducción de desigualdades políticas entre elegidos y electores de izquierda.
Si dicha solución logra sostenerse en el tiempo de manera estable y relativamente exitosa, tendremos probablemente los siguientes resultados. Podrá operarse una reducción del fuerte centrismo ideológico del PS –fuerte, en efecto, si lo comparamos con la mayoría de sus congéneres de la familia socialista europea–, generando así más claridad en las alternativas políticas entre la izquierda y la derecha y, en consecuencia, un incremento en la calidad de la representación política, la cual depende de la existencia, de cara a los electores, de alternativas políticas claras que sean capaces de propiciar elecciones efectivas. Del mismo modo, podrá ayudar a combatir cierta cartelización del sistema político, mediático y económico que favorece a los dos partidos principales y se reproduce, por ejemplo, en su connubio con los grandes intereses económicos, indicio de lo cual es el significativo tránsito de las élites políticas del PSD y del PS (como también del CDS-PP) del sistema político al terreno de las grandes empresas portuguesas (ante todo a las del PSI 20), siendo que se da igualmente el tránsito en dirección contraria.
Portugal es un país que regularmente ha ostentado uno de los índices más altos de desigualdad socioeconómica en la distribución de ingresos dentro del conjunto de países de la Unión Europea y, pese a que han venido registrándose algunos avances, ese problema persiste.
La solución política gubernamental que venimos comentando podrá a su vez, tal como argumentamos y documentamos en la Parte II del libro de 2017, dar una contribución significativa a la reducción de las desigualdades socioeconómicas en Portugal. Portugal es un país que regularmente ha ostentado uno de los índices más altos de desigualdad socioeconómica en la distribución de ingresos dentro del conjunto de países de la Unión Europea y, pese a que han venido registrándose algunos avances, ese problema persiste. Desde nuestro punto de vista, tal persistencia se debe, entre otras cosas, a las políticas derivadas de la alianza del PS con la derecha ante cada escenario en que el primero no contó con mayoría absoluta, cosa frecuente hasta finales de 2015. Por lo tanto, el nuevo gobierno de unión de izquierdas implica en sí una transformación significativa en este aspecto, y podrá implicarla aún más si se sostiene en el tiempo y logra cierto éxito con sus medidas (como efectivamente está logrando en la actualidad).
La inclusión de la izquierda radical en la esfera gubernamental podrá asimismo aportar una importante fuerza de presión en vistas a una Europa más social y más democrática, que proteja más a las minorías territoriales (es decir, a los pequeños Estados), sobre todo si esa inclusión se contagia a otros países. Por eso es que también existe tanta presión de fuerzas alineadas a la derecha dentro de Europa, con el objetivo de anular avances en el terreno de la igualdad socioeconómica. Si, en cambio, la actual solución de gobierno portuguesa no logra asentarse en el tiempo con estabilidad y cierto éxito ni consigue contagiar al escenario europeo, el resultado será posiblemente un retorno de la derecha con fuerza renovada y un alerta, en el continente, respecto del reducido espacio para alternativas políticas mínimamente efectivas dentro de la Unión Europea. La derecha podría hasta salir beneficiada en el corto y mediano plazo, lo que sin duda no representará un beneficio para la democracia europea en el mediano y largo plazo. Algo muy distinto ocurriría si la actual solución cuaja: la izquierda radical podría, por un lado, adoptar posiciones algo más moderadas, atenuando en un punto su identidad más ligada a la protesta y perdiendo en consecuencia parte de su radicalidad, aunque ganaría, por el otro lado, un rol menos marginal y una mayor influencia social, mediática y política dentro de la esfera política toda y dentro del conjunto de partidos y propuestas de izquierda. Claro que también hay que tener en cuenta que este tipo de incursiones en la esfera gubernamental vuelve a los partidos de izquierda radical más permeables a los altibajos electorales.
Conclusiones
El nuevo gobierno de izquierda en Portugal, que concentra desde noviembre de 2015 a la fecha el liderazgo del PS como primera minoría y el apoyo de otros tres partidos (BE, PCP y PEV) en base a acuerdos parlamentarios de gobierno, implicó una gran innovación en la política portuguesa, ya que es la primera vez en cerca de cuarenta años de democracia constitucional que los partidos de izquierda se ponen de acuerdo para gobernar el país, y es algo que está dando una significativa contribución a la reducción de las desigualdades políticas y socioeconómicas. Esto es así, primero, por lo que representa como quiebre de una enorme desigualdad existente hasta finales de 2015 entre las fuerzas de izquierda, incapaces de entenderse para gobernar, y las de derecha, siempre hábiles para formar soluciones de gobierno más o menos estables. Segundo, por la reducción que trajo en la desigualdad entre los electores de la izquierda radical, que hasta 2015 habían quedado fuera del ámbito del gobierno, y los electores de centroizquierda o de derecha, siempre representados desde el control del Poder Ejecutivo y con más chances, por ende, de influir en sus decisiones. En tercer lugar, esta nueva solución de gobierno redujo las desigualdades/incongruencias en las preferencias de los electores, que en su mayoría han sido siempre favorables a acuerdos de gobierno entre los distintos partidos de izquierda (2009-2016), y los dirigentes de estos partidos, que hasta 2015 se habían mostrado incapaces de llegar a acuerdos. Por ende, el sistema se ha vuelto más inclusivo, más democrático y más igualitario desde el punto de vista político y social. Se suma a esto, por un lado, la expectativa de que el nuevo gobierno –que ya viene logrando cierta inesperada estabilidad y obteniendo cierto éxito en su funcionamiento como alianza partidaria y en los resultados de sus políticas– pueda efectivamente contribuir a una reducción significativa de las desigualdades en la distribución de los ingresos. Y, por el otro lado, y por vía da su presión crítica al statu quo de la Unión Europea, pueda conducir a una Europa más democrática y social, contribuyendo también en esa esfera a la formación de sociedades europeas más inclusivas e igualitarias, tanto desde el punto de vista social como del político/democrático.
Nota al pie de artículo: Una primera versión de este artículo fue publicada en 2017 en su lengua original, siendo sus autores Freire, Carvalho y Espírito-Santo.
Segunda nota al pie de artículo: El artículo se basa en el trabajo desarrollado por André Freire sobre la misma temática y publicado en distintos lugares (ver: March y Freire, 2012; Freire, 2013, 2017; Freire y Santana-Pereira, 2016). Por ello, las referencias habrán de reducirse al mínimo, pudiendo los interesados consultar dichas obras para ahondar tanto en los asuntos planteados como en las referencias bibliográficas.