Autor: Mariano Schuster
Entrevista a Gustavo Restrepo
El arquitecto colombiano Gustavo Restrepo cuenta la transformación de Medellín. El urbanista que logró bajar los índices de inseguridad de la ciudad con un nuevo diseño urbano, explica cómo desde la llegada de Sergio Fajardo a la Alcaldía, se pusieron en marcha una batería de políticas públicas que consiguieron dar un nuevo impulso a una urbe tradicionalmente asociada a los carteles del narcotráfico y a la violencia de las guerrillas. En esta entrevista, comenta las razones por las qué, en lugar de transformar primero el centro de la ciudad – al que acceden los turistas -, se focalizó en las áreas perifericas en las que viven los ciudadanos con menos recursos.
Destacados:
Una idea fundamental de la gestión fue la de hacer una ciudad en función de las necesidades de los ciudadanos y no de las preferencias de los turistas.
El nuevo proyecto urbano y las políticas culturales y educativas permitieron que la comunidad tuviera una valoración nueva respecto al sentido de lo “público”.
Texto:
¿Cuál era la situación de Medellín cuando Sergio Fajardo se hizo cargo de la gestión de la ciudad en el año 2004? ¿Creían que era posible desarrollar una transformación como la que se produjo?
El Medellín de 2004, cuando Sergio Fajardo comenzó su gobierno, atravesaba un contexto muy particular, sobre todo en lo referido a la seguridad. Aunque la red de narcotráfico de Pablo Escobar ya no estaba en juego, había un rezago de homicidios muy alto. La cantidad de homocidios era verdaderamente alta. A esto, además, se le sumaba la crisis económica que estaba jaqueando la industria. Otra área crítica era la del transporte porque, aunque había subterraneo, no se habían desarrollado otros sistemas de transporte masivo. Para la gente de los barrios más humildes esto implicaba tener que hacer traslados muy largos para poder llegar a las fábricas y a sus lugares de trabajo. De modo que la ciudad afrontaba una serie de conflictos, a los que se le sumaba el de la corrupción. Y, para colmo, los recursos económicos de la municipalidad no estaban bien direccionados hacia la comunidad. Siendo una ciudad industrial, tenía a muchos industriales disconformes con lo que sucedía. Asimismo, había un tema muy complejo con las partes altas de las montañas porque estaban completamente desconectadas del sistema administrativo de la ciudad. Es decir, en muchos de estos sitios el proceso de gobernabilidad y gobernanza no estaba estrechamente ligado y manejado por la administración pública. Desafortunadamente, eso dio lugar a que las bandas criminales (las Águilas Negras, las FARC o las diversas guerrillas urbanas) tomaran liderazgos en estos barrios periféricos. De manera que la ausencia del Estado era sustancial, ya que su presencia era muy irregular y, en consecuencia, había mucho desconsuelo por parte de la comunidad.
Una idea fundamental de la gestión fue la de hacer una ciudad en función de las necesidades de los ciudadanos y no de las preferencias de los turistas.
A diferencia de otras regiones de América Latina, la transformación de Medellín comenzó por los barrios perifericos y luego se dirigió a las áreas. ¿Por qué se tomó esta decisión?
En primer lugar, porque había un análisis importante de la ciudad. Fuimos capaces de tener en cuenta las estadísticas que, muchas veces, son negadas. Por otro lado, las visitas al territorio nos permitieron identificar que había muchas carencias: en educación, en la calidad de las edificaciones, en la prestación de transporte público. Empezamos a cruzar datos cuantitativos y cualitativos, que dieron lugar a una serie de análisis que nos permitieron comprender mejor la realidad de ciertos sectores de la ciudad. Así, nos encontramos con que los lugares donde el indicador de desarrollo humano era menor presentaban mayores índices de violencia intrafamiliar y mayor población infantil sin servicios de prestación adecuados. En consonancia con este panorama, Sergio Fajardo planteó el lema de su gestión: “lo mejor para los más humildes”.
Otra idea fundamental dentro de la gestión fue la de hacer una ciudad para los ciudadanos y no ya en función de los turistas. Este mandato definió nuestro marco de acción a la hora de decidir el destino de la inversión de los recursos públicos hacia los sectores más necesitados. Bajo estos lineamientos, el planeamiento y la propuesta urbanística de la ciudad consistió en construir edificios públicos en estos territorios y llevar nuevos equipamientos allí.
Al priorizar las periferias, el diseño territorial y urbano de Medellín cambió completamente. Hubo decisiones administrativas sustanciales como llevar el gabinete municipal al barrio. ¿Por qué se adoptó esta medida, a contramano de los procesos de centralización que se evidencian en otras ciudades?
Dentro de esos procesos hay algunas cuestiones determinantes. En primer término, la distancia y la desconfianza que la comunidad tenía en el Estado local era un tema dramático. No solo porque topográficamente es una ciudad difícil de recorrer sino también porque la geografía hace que la gente vea constantemente al Estado materializado en un edificio, pero no presente en el territorio. Comenzamos a caminar la ciudad y nos encontramos con que la gente hacía referencias constantes a la ausencia del Estado. Como respuesta a esta situación, Fajardo decide descentralizar físicamente el Estado. Por lo tanto, lleva a estos territorios equipamientos lo suficientemente robustos y de calidad para que lo representen. En consecuencia, se arman una serie de programas, dentro del principio de construcción de ciudadanía, y se piensan equipamientos que además de prestar un servicio funcionaran como centros cívicos, es decir, centros informativos de la Municipalidad. Bajo estas decisiones políticas aparecen las Casas de Justicia, los Parques Biblioteca y los Centros de Desarrollo Empresarial. Desde esa perspectiva, se planteó un modelo de trabajo que buscó no solo descentralizar el edificio estatal sino replantear toda la estrategia edilicia. Es decir, estos edificios además de ser el espacio en el que se materializaba la presencia del Estado, tenían que ser estéticamente agradables para representar la calidad estatal que se deseaba para la comunidad. Y hablamos de calidad en todo sentido: tanto la edilicia como la de la prestación de servicios. Todo esto implicó una transformación total en la manera de pensar el Estado en los territorios más desprovistos de estructuras públicas.
¿Cómo cambiaron los Parques Biblioteca la relación de la comunidad y de la ciudadanía respecto al Estado y al espacio público? ¿Hay algo de estas transformaciones que haya modificado la percepción de los ciudadanos respecto de lo que significa “lo público”?
Primero hay que entender que no solamente se trataba de la llegada de estos edificios, sino de la forma en la que llegaron. Esto se deriva, claramente, de un proceso de participación ciudadana. Se trató de que las acciones fueran impulsadas por los centros vecinales. Desde allí se empezó a articular con los vecinos y con los líderes de los barrios. Basándonos en sus deseos y en lo que ellos planteaban como sus “sueños para el barrio”, construimos unos proyectos urbanos integrales que buscaban mejorar la movilidad del espacio público, el medioambiente, los equipamientos y la vivienda pública. Desde esa perspectiva, los Parques Biblioteca fueron uno de los tantos tipos de edificios que hicimos. Lo interesante de los Parques Biblioteca es que no son bibliotecas exclusivamente para cargar libros, sino que cargan fundamentalmente cultura. Esto significa todo lo que la comunidad necesita permanentemente para ese territorio. Desde allí se construyó una nueva mirada en torno a lo que la gente necesitaba. Así, aparecen muchas prestaciones de servicios que la comunidad no tenía y estas bibliotecas se transforman en una referencia social de la ciudadanía. Los niños comienzan a acercarse no solamente a la lectura, sino también a los sistemas y las nuevas tecnologías. Se acercan al disfrute del encuentro con otros niños. Esto, para nosotros, se termina convirtiendo en el principio de la seguridad. El hecho de que los vecinos se conozcan hace que tengan confianza entre sí. Eso construye toda una cadena de encuentro. De modo que el Parque Biblioteca es, más que cualquier otra cosa, un lugar donde los vecinos pueden interactuar con otros vecinos y trasmitirse la confianza de un Estado que está presente.
El nuevo proyecto urbano y las políticas culturales y educativas permitieron que la comunidad tuviera una valoración nueva respecto al sentido de lo “público”.
Además de este tipo de proyectos , que son proyectos sociales que una fuerza como la de Fajardo tenía en su ADN, Medellín produce otro tipo de transformación: se convertirse en una ciudad inteligente, utilizando tecnologías en favor de los ciudadanos. ¿Por qué se apostó por este tipo de proceso?
En aquellos primeros años la ciudad dio saltos muy importantes hasta entender que la cuestión de la “data” era fundamental. La construcción de indicadores, en este sentido, fue un proceso paulatino. Hasta que, finalmente, comenzamos a sistematizar la información en línea y a trabajar bajo el concepto de las redes. El tema de las redes en relación a los Parques Biblioteca fue central, porque eso permitía hacer que una persona en al Comuna 1 de Medellín se pudiera comunicar con una persona de la Comuna 10. No se veían físicamente pero la información estaba cruzándose. Esto nos permitió entender que la ciudad no era ni norte ni sur sino que era un todo. Sorprendía, entonces, que la ciudad empezaba a romper fronteras y que un chico que estudiaba en un barrio podía encontrar información y conocimiento en otro barrio de la ciudad desde la información sistematizada pero también a través del sistema de transporte comunal. En ese momento la ciudad empieza a construir la referencia del programa “Medellín Cómo Vamos”, que involucraba a la ciudadanía en el análisis del funcionamiento de la ciudad. Esto genera el concepto de gobierno abierto que implica un control de lo hecho por parte de la comunidad.
¿La aplicación de la política de gobierno abierto también implicó una participación más activa de la ciudadanía en los asuntos públicos?
El principio de la participación ciudadana es transversal en la ciudad. No es exclusivo del gobierno de Fajardo, dado que provenía de antes, pero es a partir de su gestión que se institucionalizan los proceso metodológicos de sistematizar la información y ampliar las bases participativas. Eso comienza con un modelo basado en planes de desarrollo local. Cada una de las dieciséis comunas construyó un documento que hace parte de un libro en el que la comunidad describe la situación de Medellín desde lo social, lo económico y lo territorial. A partir de esto, la Municipalidad convierte los dieciséis libros en un plan de ordenamiento territorial. Ese planeamiento es el que hoy define la carta de navegación hasta el 2030. Cada gobernante que llega a la ciudad nuevamente le consulta a la comunidad. Si los proyectos que escribieron en ese entonces siguen vigentes, se continúa la tarea. Es una manera de confirmar los proyectos a desarrollar basándose en la participación activa de los ciudadanos.
¿Cree que la gestión en Medellín tiene que ver con el crecimiento nacional de las fuerzas progresistas como la que encabeza Fajardo?
Para mí la palabra progresismo no necesariamente identifica un partido político de Colombia. Y no estoy seguro de que esta palabra defina la gestión, dado que puede tener otros usos. Quienes hemos trabajado en los equipos de Fajardo, tenemos una idea fundamental: lo que nos importa es la ciudadanía. El trabajo debe ser realizado para el bienestar de todos. Creo que lo que sucedió en Medellín es que hubo una persona y un proyecto que comprendió a la sociedad colombiana y lo que le entrega es una enorme oportunidad de transformación. Fajardo, antes que progresista -en los términos ideológicos en los que muchas veces se usa el concepto hoy en día-, es una persona que tiene un proyecto que apuesta por la comunidad.
Sobre el entrevistado: Gustavo Restrepo es un arquitecto y urbanista colombiano de renombre internacional. Fue responsable de materializar el Plan de Desarrollo 2008–2011 de la Alcaldía de Medellín, que ayudó a transformar una ciudad violenta en un espacio de igualdad ciudadana. Es docente en las facultades de arquitectura de las Universidad Pontificia Bolivariana y la Universidad Santo Tomas de Medellín.